martes, 13 de agosto de 2013

El sueño del pájaro




¡Cómo anhelo a mis coristas! Hablo con los indolentes y me despido de ellos. Me encierro a leer y a buscar los complejos, los misterios, la bella luna que acoge las dudas y los comentarios.

Aguarda Novalis. Me aburre la poesía de ahora, amo a los clásicos, a las coristas, a las cantantes chinas, a las bailarinas de poca ropa y mucho silencio.

Sin la soledad uno nunca está vivo. Espera Platón en el sofá del porche.

El indolente número 13 dice que desea quedarse, así observa mis movimientos y se asegura que no cometeré ninguna locura razonada. Le respondo que todo es igual y él lo sabe, que todo es mentira y él lo determina.

Se acercan los pájaros, los pájaros pequeños y bellos. Los tomo uno a uno y los envío en sueños a mis amigos. Es un buen augurio, un presagio magnífico, son estrellas fugaces que conceden deseos.

Arranco mi careta humana y enseño al indolente mi verdadero rostro. En los últimos años soy muy feliz, aparto de mi alrededor la vida y conservo la esencia de la soledad.

Amo a las coristas, la virtud, la justicia y la poesía auténtica, que nunca será ausencia de vida.


(Para Diego Vaya, que ya ha recibido el pájaro)