Vázquez Montalbán era poeta. Ideaba una fórmula magistral para aliviar
los males tras la lectura de su obra. En mi caso hizo efecto. Recuerdo que
mientras leía los últimos libros recibidos él comentó:
no no lee hasta entrada la noche
Y le hice caso. Compartimos momentos sublimes. De Manuel entendí que
las estrellas deben ser observadas sin euforia, con la simplicidad del humilde
que mira para arriba y para abajo. Decía:
inútil
cosmonauta
el que
contempla estrellas
para no
ver las ratas.
Entonces los indolentes no aparecían aun, ni salían del faro Camarinal.
Mis acompañantes eran Luis Rosales, Vázquez Montalbán o Claudio. Pepe Hierro
seguía causando furor entre los adolescentes. Siempre me quedaba con Manuel, el
adelantaba el tiempo:
vagarás eternamente
en busca del espejo
Y el día que encontré el espejo y lo enmarqué de marrón (hasta su
primera ruptura) y después de verde, Vázquez Montalbán me susurró al oído:
rompe
espejos retratos recuerdos
ponte bragas de corista diadema de acanto
sal desnuda al balcón y méate en el mundo
antes que te fusilen las ventanas cerradas.
Y pasaron los días con sus noches correspondientes. Y todo era abril:
aunque nada se sepa
a ciencia cierta