domingo, 4 de agosto de 2013

Manuel Vázquez Montalbán




Vázquez Montalbán era poeta. Ideaba una fórmula magistral para aliviar los males tras la lectura de su obra. En mi caso hizo efecto. Recuerdo que mientras leía los últimos libros recibidos él comentó:

no no lee hasta entrada la noche

Y le hice caso. Compartimos momentos sublimes. De Manuel entendí que las estrellas deben ser observadas sin euforia, con la simplicidad del humilde que mira para arriba y para abajo. Decía:

inútil cosmonauta
el que contempla estrellas
para no ver las ratas.

Entonces los indolentes no aparecían aun, ni salían del faro Camarinal. Mis acompañantes eran Luis Rosales, Vázquez Montalbán o Claudio. Pepe Hierro seguía causando furor entre los adolescentes. Siempre me quedaba con Manuel, el adelantaba el tiempo:

vagarás eternamente en busca del espejo

Y el día que encontré el espejo y lo enmarqué de marrón (hasta su primera ruptura) y después de verde, Vázquez Montalbán me susurró al oído:

rompe espejos retratos recuerdos

ponte bragas de corista diadema de acanto

sal desnuda al balcón y méate en el mundo

antes que te fusilen las ventanas cerradas.

Y pasaron los días con sus noches correspondientes. Y todo era abril:

aunque nada se sepa a ciencia cierta