¡BASTA! Ya me he cansado de
todos los animales, de Moguer, de las miserias de las instituciones, de las
administraciones culturales y educativas, de los necios, los bobos y los que
dejan de mandar para volver a hacerlo.
Habito en la ciudad del olvido y la desidia. Amo el centro, sin él nada es
igual, ni siquiera semejante. Porque nada es idéntico y tú lo sabes. He dejado
de ver para seguir viviendo, y amo la luz que entra por la ventana o aquella
que dice que todo está en la venas. La sangre que circula, los montes primitivos
o el rostro del gato negro que odio y persigo.
Nada vale nada. Me caigo y
me levanto. Lo vuelvo a hacer. Soy la imperfección del acto, Platón que
manipula, olvida o predestina. ¡Qué raro es todo! Como una inclinación, la
tercera, que vuelve y condiciona.
¡Basta ya! Me cansé de
Moguer y su azotea. Los anillos los conservo en el pequeño bolsillo del
pantalón donde guardo las monedas. De vez en cuando reviso con los dedos su
existencia y encuentro el botón de los cuatro orificios y roce del anillo.
Nada vale nada.