martes, 16 de abril de 2013

Nada vale nada




¡BASTA! Ya me he cansado de todos los animales, de Moguer, de las miserias de las instituciones, de las administraciones culturales y educativas, de los necios, los bobos y los que dejan de mandar para volver a hacerlo.

Habito en la ciudad del olvido y la desidia. Amo el centro, sin él nada es igual, ni siquiera semejante. Porque nada es idéntico y tú lo sabes. He dejado de ver para seguir viviendo, y amo la luz que entra por la ventana o aquella que dice que todo está en la venas. La sangre que circula, los montes primitivos o el rostro del gato negro que odio y persigo.

Nada vale nada. Me caigo y me levanto. Lo vuelvo a hacer. Soy la imperfección del acto, Platón que manipula, olvida o predestina. ¡Qué raro es todo! Como una inclinación, la tercera, que vuelve y condiciona.

¡Basta ya! Me cansé de Moguer y su azotea. Los anillos los conservo en el pequeño bolsillo del pantalón donde guardo las monedas. De vez en cuando reviso con los dedos su existencia y encuentro el botón de los cuatro orificios y roce del anillo.

Nada vale nada.