lunes, 1 de abril de 2013

Los dos anillos




EL día que murió la poesía estaba matando hormigas y arañas. Me avisaron con un telegrama celeste que trajo el ángel negro. Tuve que firmar en un libro con los cantos dorados. Entonces me fijé en los dedos del ángel: estaban los anillos, los dos.

La lagartija rápida, aquella que se esconde en los troncos de leña, también se ha dado cuenta de la existencia de las joyas en los dedos del ángel y ha soltado carcajadas burlescas. ¡Luego te enterarás! –dije con sorna-.

La poesía depende de sí misma para fortalecerse. Ni siquiera de los poetas. La poesía es como la lagartija rápida, vence en las derrotas. La poesía es razonamiento, nunca imitación. Fábula es el criterio que solidifica la materia primera en el entorno circular del centro indudable.

El alma de la poesía es su justa presencia, la conciencia coherente. Los paseos por Roma con Nacho en 1984 proporcionaron la lógica de la palabra, la visión de la araña, el trabajo de la hormiga o la rapidez de la lagartija.

Dos rabilargos crueles pican los dedos del ángel negro para quitarle los anillos. El ángel se resiste. Los pájaros abandonan el nuevo género de la desesperación. Mantiene los aros. La continencia no será autodominio, es suerte, caos, desconcierto.

Por las venas fluye el ímpetu, la juventud, la cuna y sepultura de este confuso laberinto. Han pasado los años, vagando ha transcurrido el tiempo. El llanto de A. interrumpe la fijación de los ojos del ángel en un nuevo anillo que poseo. La poesía es justicia, lo justo es superior a lo injusto pero no es convencional, es extraordinario. El caos siempre será justo. Lo antinatural nunca será desconcierto, mejor desencanto.

Han llamado a la puerta. Bajo rápido de la azotea para no subir nunca más. El ángel negro trae dos anillos. Dice que ha muerto la poesía.