LA esencia no se agota. Es
el énfasis, el gran anillo de oro de
Juan Ramón, el silencio. No se precisa más, una dosis de soledad y una rama de
encina donde agarro mis manos para nunca bajarme.
No me temen los pájaros.
Acudo a la laguna que ha nacido cerca del centro
indudable; la estación de las lluvias no ha dejado respirar a la tierra.
Allí habitan los pájaros. Vienen desde muy lejos subidos en las nubes. Sobrevuelan
con expresión, con tono, un gesto extraño motivará su marcha.
Ya me conocen, sus ojos me
perciben como un pequeño gorrión subido a una rama de encina. Los anillos los
dejé en la entrada de casa y el ángel negro se ha marchado hoy de paseo con el
ángel de la guarda.
Ente de soledad o esencia,
la entonación, el énfasis. Solo con la mirada los pájaros expresan mucho más de
lo que sus patas pueden sostener.
La poesía es templanza, la
obediencia suprema a la palabra única, dominar la armonía, agarrar el matiz que
entra por la ventana, deshacerse de todos los desvíos, manchar las manos de
tierra, escavar y respirar dentro del laberinto.
Cómo nos persuadió el falso pasado, intentaba convencer con el
engaño y nunca fue creíble. Leo República
de Platón y sus encantos. Levanto la cabeza un poco y los ojos de Pérez Galdós
se abren. Su mirada es como la de esos tenores
huecos de don Antonio.