UN masón con coleta ha
intentado arrebatarme el banco de San Clemente. Sharleen, Crisipo y Nacho me
acompañaban en la lucha. Al final, quien posee el mandil, se ha marchado.
Aquellos que me ayudan han
recibido una lección de poesía de Platón.
Todos los que desean
arrebatar acaban percibiendo la injusta virtud de Cicerón. Tiendo la ropa al
sol. Se seca en porciones, ejercicios de inutilidad que no percibe la tela. No
concebimos la fuerza del sol, cuanto tenemos a nuestro alrededor no es
originario, acaso transparente.
No existe el pasado porque
en el ayer ya estamos, y hoy es presente. La ceniza del tabaco que hemos fumado
cae ahora en agua con el leve chasquido de la melancolía. El pasado nunca
existió, recorría los besos sobre la bicicleta blanca a los ojos del pájaro que
todo lo define.
En el banco de San Clemente
formulé las primeras incógnitas que resolvieron Platón y otros poetas. En el
banco de San Clemente declaré el amor a las nubes y a las estrellas. En el
banco de San Clemente llevé los dos anillos que frotaba en el pantalón vaquero,
el brillo luminoso del resplandor se hizo sombra en el banco de San Clemente.
Y un masón con coleta miraba
con premeditación al único y válido interlocutor, su pasado, aquello que no
existe.
No juzgarás el deseo del
prójimo mientras no reproduzcas tu propia muerte en un proceso justo.