HAN dejado de cantar los
rabilargos. No negamos la memoria si renunciamos al pasado. La memoria
permanece en el presente y lo hará en el futuro. Su recuerdo es presente, es un
acto continuo que pasa a pertenencia, como la reminiscencia de Platón.
Vivimos en la inmovilidad de
la esencia. Ella permanece deseante, quieta, sin espacio ni tiempo, perdonando
y siendo fiel a la palabra, al juego de escribir poesía sin deseo.
Nuestra vida es un juego de
cartas que hay que desechar, eliminamos aquello que nos sobra intentando
encontrar el recorrido justo que nunca sobreviene. El caos lo condiciona todo.
El caos es el reparto. La suerte el equilibrio. El descarte la libertad de ser
o de dejar de ser.
Todo cuanto admiraba de los
rabilargos se marcha con la voluntad. Quiero vengar su huida pero no encuentro
la mano propicia, la armonía, el desconcierto. Vuelan, lo hacen sin mirar
atrás. Pierdo la esperanza.
Busco los anillos que coloco
en los dedos. Brillan como la luna lo hacía en la azotea. Recuerdo a la
Zambrano, en su casa, leyéndome Claros
del bosque. A Luis en su memoria. A Antonio y a María José en Ibiza. A
Nicanor pintando las cruces en la puerta de casa. Todo es presente. Rabilargos
de ayer que habitan hoy. He dejado de quererme en el falso pasado. Se marchan los rabilargos para siempre.