sábado, 9 de mayo de 2020

Día 56



El amor a una nación debe existir hasta el momento de la muerte. Pero como las naciones desprecian a sus amantes y defensores de la integridad, uno se plantea que con la luz tiene más que suficiente, algo así como que solo necesitamos lo indispensable para vivir, y ese indispensable ya no nos lo otorga nuestra nación. Esto se ha convertido en un encuentro sin fin. Una búsqueda de nubes grises, de piedras brillantes, la narración del joven Tobías, el ángel, la ceguera por nada.
Vivimos en la ceremonia de la confusión. Un desasosiego permanente. Nos engañan, por más que amemos. Nos desnudamos, ejercemos ese desnudo iniciático que nos aleja de nuestra nación, de nuestros representantes. Tenemos una relación muy especial con nuestro propio yo. Y unos caen en el fracaso del miedo, y siguen amando a su país. Otros, buscan la imagen prohibida, la historia de la verdad, y aunque sigan amando sus orígenes, desean quitarse de aquí y volver al mundo clásico.
No decir nada de nadie. Defender la más alta moral, y amar a Cervantes. Dejar de amar a tu patria. El mundo clásico es mucho mayor, no posee límites y, lo más importante, nunca pierde vigencia, y te respeta, abandona la anécdota, la neurosis, la banalidad y el miedo. El mundo clásico es universal, y está repleto de categorías. Es lo más cercano que existe de allí.
El silencio es la exploración del alma humana.