El pájaro está allí.
Cuenta que están todos, aquellos que siempre han estado, sin espacio y sin
tiempo, sin funcionalidad. Allí todo es verdad y nadie se atreve a
enunciar una proposición. Allí todo es real. Solo se piensa en la esencia
del arte, en la historia de la utilidad. Allí todo es arte, y aunque
todo el arte no puede llegar a ser poesía, toda la poesía que existe allí es
arte.
Allí está el
lugar, allí está el origen.
El pájaro no habla, escucha y
contempla, lo hace con tenacidad. Allí no perdemos nunca la consciencia
ni el recuerdo, allí está la palabra y la imagen, el sonido, la música.
Nada vuelve a ser si nunca ha sido.
Los argumentos parecidos, las
formas similares, se han marchado. El tono es único, no debe disfrazarse, ni
gesticular, ni hacernos reír. El tono es la esencia. El tono es un pájaro que
vuela en acrobacias, con dulzura, con gracia, sin imitación.
El pájaro es el poema, la
frecuencia de la simetría, el tono adopta el lenguaje directo, la armonía.
El tono es nuestro aislamiento,
el ala que nos oculta de las corrientes y las apariencias. El tono es el
silencio.
Oyen, ven, hacen. Contemplan,
atienden, entienden. Pero guardan silencio.