martes, 26 de mayo de 2020

Día 73



Había un mapa y una brújula. Un fresco de muchos colores en una pared intermitente, y la palabra de unos y de otros que sonaba con la pasión del aire y del respiro.
El mapa y la brújula. La solución no es inventar. Hay que ingeniárselas para seguir viviendo, para demostrar que estamos vivos, que leemos, que seguimos leyendo, que contemplamos la estatua de Dante en la Piazza dei Signori. Que lloramos como lo hacen los hombres. Cuantas más preguntas, mejor me escondo entre las paredes de Minerva Libri. No está mal y sus propietarios son gente de bien.
Almuerzo temprano en el número 2 de la Piazza, en el Caffè Dante Bistrot. Me saludan con la pasión de un ser habitual. Pongo el libro sobre la mesa, el libro y el viejo maletín de cuero donde habitan los cuadernos marrones. Pido el Spritz Aperol, un poco de queso y un lápiz con la punta muy fina. Sonríen. Dante también sonríe.
Si alguien puede volver cálido el invierno, esa eres tú: la lectura. El motivo, el argumento. El reto de volver a las páginas de un libro, al mapa y a la brújula. Corro por la Via degli Alpini.
Y el único superviviente: el libro, un libro, los libros.
No hay silencio en los libros, en los libros verdaderos.