Jóvenes y adultos, debéis sacar
alguna conclusión de todo esto. Una deducción de esta experiencia que nos
afecta y nos sigue alterando.
Uno quiere hacerse una vida ajena
a todo esto, pero lo ajeno es imposible, y lo de la vida, una ilusión que se
lleva el poder, la mentira y el negocio de la falsa existencia, es un río que
parece grande, inmenso.
Todo esto.
Repetimos con la voz muy baja, todo lo que los hombres perciben es amargo,
frágil, probablemente solo son posibilidades en este tiempo estéril. Como si le
hubiera quitado el ritmo al tiempo, a la verdad, a la poesía.
Hoy he hablado con mi casera en
Verona. Le he dicho que me aguarde, que dentro de muy poco estaré allí. Libre
de todo, menos de libros, libre de vida. La normalidad es la nueva anormalidad.
Y los libros son lo más normal del mundo, lo más anormal.
No soporto esta vida de barbarie,
este sufrimiento del arte de la miseria, este discurso de la mentira, de la
guerra, de los ignorantes. ¡Mejor no haber aprendido nada de nadie!
El conflicto se gestiona mejor
con humildad, con franqueza, sin la vanidad de aquellos que vuelven y regresan
siempre a la mentira, a la falsedad. Son los que defienden el odio, la ira, la
miseria.
El silencio es la tierra donde se
derrite el hielo.