Necesitamos un momento de sosiego,
de tranquilidad, una temporada que aleje de nosotros los medios, las catástrofes,
las noticias terribles, los paseos con mascarilla, el sudor de las manos en los
guantes, el saludo artificial sin abrazos, los besos a distancia, el primitivo
lenguaje sin palabras. Necesitamos más lógica y menos doctrina, más convicción
y nada de rasgos.
Hay que convencer a los
ignorantes. Sin el detalle los profanos aplauden las menciones críticas, y eso
es como arrojar desde una ventana todos los métodos delictivos. Hay que ser más
humano, más real, más persona, más protagonista. Y hay que respetar la palabra
del otro que es, en el fondo, la palabra de todos. Lo último que desea el ser
humano es dejar de ser humano.
El silencio escucha, por mucho
que nos asedien y hasta nos exterminen, el silencio escucha.