viernes, 15 de mayo de 2020

Día 62



Estos textos comenzaron el día que se exigió una distancia entre el lector y el relato, eso no significaba que perdíamos confianza; ambos, emisor y receptor, iniciaron el paseo por un camino que se iba tornando amenazante: los aplausos finalizaban y comenzaban los ruidos extremos, posteriormente el masoquismo y, por último, el silencio. A todos nos acompañó el silencio.
El estruendo de los nuevos habitantes de los veladores ha hecho desaparecer el sigilo y aún así, las viviendas siguen pareciendo fortalezas, los niños y los adolescentes han dado y siguen dando una lección de hombría. Nada es lógico, pero todo comienza a ser doctrinario. En cualquier etapa de la historia esta situación ocuparía un capítulo completo, tendría un estatus bíblico, pero sin criterios morales.
Hemos olvidado el hecho del cumplimiento de las promesas, nos sentimos orgullosos del vacío, nuestra vida es una postal antigua que busca huéspedes, y somos los candidatos, como conejos somos los pretendientes perfectos.
Creo que hemos perdido, la humanidad se entiende, nuestro atractivo moral e intelectual, alguien ha descubierto que alguien deja de ser alguien y debe convertirse en clase obrera, en los asesinos de las tragedias de Shakespeare, y encima de todo, ese alguien se alegrará de nuestra desaparición.
El silencio ha sido mi patriotismo durante los últimos veinte años.