Plauto decía que el hombre
prudente es el artesano de su propia dicha, y De Montaigne añadía “¿Qué más
puede desear?”. ¡Qué ilusión! Pero la realidad se presenta de otra forma, ahora
la venganza y el odio adoptan una misma dirección. Todo camina contra la
naturaleza, vivimos disfrazados de prudencia sin conocer qué es; de profesión:
máscara.
Como el rey de Tracia cada
persona tiene ahora a un propio dios que adorar, y prohíbe que el resto
de las personas adoren a su dios, hay tantos dioses diferentes como
personas. ¡Hay tantos reyes de Tracia! El poder y el gobierno corresponde a quien
ha sido elegido por los ciudadanos. Y ninguna persona ha votado al rey de
Tracia.
Si contemplamos los pájaros, esos
que ahora se acercan tanto a la terraza, a la ventana, al balcón, descubrimos
que poseen un comportamiento similar. Si presienten un peligro levantan el
vuelo. Si tienen hambre o sed buscan algún lugar para saciarse. Si desean
reproducirse, ajenos al amor, cortejan y engalanan su aspecto.
El pájaro prudente y el hombre
prudente. Ambos artesanos de su propia ventura. El discurso, el valor y la
verdad.
Hay una acción que nace del silencio:
la justicia.