miércoles, 20 de mayo de 2020

Día 67



El hombre prudente y el pájaro prudente tuvieron que elegir, uno la obediencia, otro la desobediencia. En la ciudad donde habitaban, todos conocían el hecho, pero nadie se percató de quién era el dócil y quién el tirano.
Una mujer que se miraba siempre en un espejo, y que se creía exuberante, contó una anécdota de un tal Aristóteles: “De joven, atendía a su maestro sin mencionar una palabra, aunque su instructor le incitaba una vez y otra vez a dialogar. Un día llegó muy serio y dijo a su mentor: La esperanza es el sueño del hombre vivo.”
En ese momento, como al final de una obra de teatro, todos los habitantes conocían los designios del hombre prudente y del pájaro prudente. El obediente se había convertido en vasallo. El desobediente comenzó a llorar como Heráclito y nunca dejó de hacerlo. Pero ambos siguieron siendo el hombre prudente y el pájaro prudente.
El silencio es alegría, la hermandad que rechaza las dudas.