lunes, 25 de mayo de 2020

Día 72



La mayoría de las personas se entienden a sí mismo, en cambio no logran alcanzar la luz que se presenta en la palabra de otros, en la palabra de todos. A veces leemos bien, y comprendemos, y en la mayoría de los casos leemos para convencernos. No hay que manifestar nuestra voluntad, debe quedarse en casa, en nosotros, en el entendimiento. Aquel que se creía sabio (o era considerado sabio por aquellos que leen para sí mismo) se ha convertido en un simple divulgador de mediocridades.
A veces Montaigne se engañaba a sí mismo, y conseguía equivocar a sus lectores. Mejor que equivocar, podríamos escribir desplomar (en término del propio Montaigne). Si el espíritu se baja mucho, se acaba en la mediocridad, en la simple divulgación, en la tempestad sometida que diría Heidegger. Y se suele bajar mucho, abandonamos el conducto, la representación del mundo, la transformación del tiempo, y así, ni descubrimos ni aclaramos, simplemente ejercemos de incompetentes.
Hay que seleccionar las lecturas. En la mayoría de los casos, hay que descubrir todas aquellas lecturas que no son verdad. ¡Hay tan poco verdadero! Las personas disponemos de la habilidad de conocer, pero para ello hay que querer y hay que estar, hay que estar siendo. Conocer es una virtud, es el origen. Todo lo demás es a sí mismo. Y eso no es arte.
El silencio es abandonar el sí mismo de nuestra representación.