La vida diaria se ha convertido
en un aforismo. Por la mañana nos proponemos convencernos con una sencilla,
pero simple, explicación, aunque la mayoría de las veces olvidamos esa inútil plática.
Las tardes son más eternas, nos preguntamos por el sentimiento de utilidad. Nos
acercamos muy lentamente hacia la noche asimilándola, como si fuera un tiempo a
la manera de Novalis, un alumbramiento, una salvación, el deseo de pureza que
se convierte en misterio, en oscuridad.
Nuestros días han pasado por
etapas tan diversas que confundimos la tranquilidad con el terrorismo de estado,
la otra belleza también nos acerca a la vida en el mundo, pero aquí llegamos a
una intuición, la intuición de lo oculto. Lo bello y lo siniestro.
El arte vuelve a alejarse de la
verdad: el espectáculo de los poetas, la triste función de los intelectuales. Limitarse
a una talla que enaltece la vulgaridad.
El silencio es magia y, esta
noche, es creerse Filolao.