Cuando estrenamos zapatos nuevos
caminamos contentos. A veces hay que acostumbrase a la horma, a las rozaduras,
a la suela, pero no interponemos recurso alguno. Cuando estrenamos unos zapatos
nuestro rostro está un poco más iluminado. El zapato es un accesorio, nunca
será un recurso. Ahora algunos confunden el recurso como si fuera un accesorio
y, aunque somos impacientes, no dejan de corroernos los pobres personajes que
deciden por nosotros. Son los conciudadanos que desde su palacio toman
decisiones y decretos que afectan a nuestra libertad. Y estar descontentos pasa
a definirnos como malvados. La sociedad está sufriendo mutaciones, la parte
enferma de la sociedad intenta sobreponerse a la parte desarmada (aunque
existan argumentos sólidos). Se confunden los accesorios con los recursos.
Siempre me he alejado los recursos
ajenos, del aplauso barato, de los propósitos de semejantes que se convertían a
la reverencia pública, de la libertad dulce del que es muy feliz y también un
infeliz.
Desesperar es de sabios. Levantar
el hacha, también. Al igual que leer a Isócrates y olvidarnos para siempre de
aquellos que nos gobiernan y manipulan. La pedagogía ya se ha convertido en un
artificio inútil. No nos engañarán, los gobiernos son horribles y tenebrosos,
son gobiernos.
El sigilo no tiene inconvenientes
en admitir su silencio.