jueves, 15 de noviembre de 2012

Casi una leyenda



LA meditación se corresponde con la realidad de quien desea el silencio y la soledad. Pero nunca se trata de una meditación religiosa, ni de un recogimiento. Es casi una leyenda. Ya lo dijo Claudio. Como vivir la armonía dentro del laberinto mientras estás en el infierno.

Silencio y soledad, silencio y soledad, repito. En el infierno habitan los rabilargos, también se encuentra el árbol de dios y las encinas. En el infierno no hay poetas, ellos están meditando su propia vanidad.

No puedo leer más allá de donde alcance la vista, y ahora llevo gafas, gafas de sol. La luz que refleja el infierno es intensa y vehemente.

Salgo del laberinto, entro en el laberinto, vuelvo a salir de él. Recojo las bellotas en su puerta, junto al pilón. Entro de nuevo en el laberinto.

Cierro los ojos para intentar que el sol no moleste. Hace frío en el infierno. Lucrecia Donati sigue sentada en el banco de hierro verde, junto al acebuche.

He colocado en lo alto de una estantería los libros de cabecera. Las baldas están vacías, la chimenea sigue ardiendo. Tan solo he dejado diez libros. Los he sujetado con unos globos terrestres sin luces que soportan la ingenuidad. Dice la canción silencio y soledad, y escucho su letra, la acaricio.

También aprendí en el hospital que el alma, cuando se marcha tras un fallecimiento, regresa convertida en aire, e ilumina el rostro de un niño que respira. Respiré, respiré, respiré. Aunque era artificialmente buscaba el alma por todas partes.

La meditación es un juego que debe asimilarse. En silencio y soledad, como los buenos vinos, como el humo que sale de la chimenea repleto de letras, de leyendas.