martes, 13 de noviembre de 2012

¡Oh la poesía!



¡OH la poesía! Aquello que me aleja del mundo pues no puedo soportar tanta mediocridad. Lo que supera el desaliento en las noches de insomnio y se rebela ante la hipocresía. La poesía, el verso, la palabra. ¿Quién habita realmente en tu ignorancia? ¿Qué dices de lo presente, lo pasado y futuro? ¿Conformas la indolencia con la posibilidad?

Mientras unos imbéciles proclaman al vencedor de un premio como agua de mayo, en noviembre también llueve, y mucho. Por tanto, ¿dónde está la luz si solo hay sombras?

No paro de reírme de aquellos que opinan. Los hay que opinan más, otros lo hacen menos. Al fin y al cabo todos tienen derecho a una opinión indigna. Y si encima sacas las conclusiones, pues que me rio mucho más.

Podéis pensar en latín, en griego o en arameo. Ahora, lo que se dice ahora, ahora me cachondeo de todo lo que es verso, prosa y hasta liturgia. ¿La verdad? La verdad es que uno es abuelo a los cuarenta y tantos, ha sufrido tres guerras y por encima del mundo radica la aventura.

Miserables e hipócritas los caballeros, esos del lado oscuro. Los que proclaman al vencedor del premio y los que hablan de la poesía ajena (los que lo hacen de la poesía propia ya no los considero ni siquiera enemigos, simplemente no están porque no son).

Seguid, seguid haciendo versos, seguir manipulando. Y desde luego, seguid sacando vuestras conclusiones. ¡Me encanta! Me las paso por el arco del triunfo de la capital francesa.

¡Je suis heureux de vivre sans être moi-même!