¡OH la poesía! Aquello que me aleja del
mundo pues no puedo soportar tanta mediocridad. Lo que supera el desaliento en
las noches de insomnio y se rebela ante la hipocresía. La poesía, el verso, la
palabra. ¿Quién habita realmente en tu ignorancia? ¿Qué dices de lo presente,
lo pasado y futuro? ¿Conformas la indolencia con la posibilidad?
Mientras unos imbéciles proclaman al
vencedor de un premio como agua de mayo, en noviembre también llueve, y mucho.
Por tanto, ¿dónde está la luz si solo hay sombras?
No paro de reírme de aquellos que
opinan. Los hay que opinan más, otros lo hacen menos. Al fin y al cabo todos
tienen derecho a una opinión indigna. Y si encima sacas las conclusiones, pues
que me rio mucho más.
Podéis pensar en latín, en griego o en
arameo. Ahora, lo que se dice ahora, ahora me cachondeo de todo lo que es
verso, prosa y hasta liturgia. ¿La verdad? La verdad es que uno es abuelo a los
cuarenta y tantos, ha sufrido tres guerras y por encima del mundo radica la
aventura.
Miserables e hipócritas los caballeros,
esos del lado oscuro. Los que proclaman al vencedor del premio y los que hablan
de la poesía ajena (los que lo hacen de la poesía propia ya no los considero ni
siquiera enemigos, simplemente no están porque no son).
Seguid, seguid haciendo versos, seguir
manipulando. Y desde luego, seguid sacando vuestras conclusiones. ¡Me encanta!
Me las paso por el arco del triunfo de la capital francesa.
¡Je suis heureux de vivre sans être moi-même!