LA educación muere en las escuelas, en
los despachos, en un triste ministerio que pierde el tiempo en la redacción de
decretos y órdenes que vienen impuestos. La educación no se publica en el BOE,
ni se configura en un articulado con disposiciones transitorias.
No sirven los libros de textos, ni las programaciones.
La educación es libertad y libre elección. La educación busca un fin único: la
felicidad personal, y a partir de ahí el desarrollo de cada individuo.
La educación debe centrarse en la
contemplación de la naturaleza, en el paseo, en la lectura de libros (nunca
libros de textos), en la libre elección de las actividades.
En uno de los últimos comentarios de radio
indiqué que se educa en casa y se adquieren conocimientos en la escuela. Pero
los conocimientos que deben enseñarse no se consiguen. Lo único que pretende la
escuela es imponer medios erróneos para aprobar un examen. Y eso nos marca, nos
destruye, nos condiciona.
Nuestros jóvenes admiran a sus ídolos,
que no son otros que aquellos que aparecen en cada reality. No hacemos hombres y mujeres, fabricamos seres infelices e
inseguros.
Por una educación natural, por una
educación libre, por una educación sin imposiciones, por una educación con
mayúsculas. De poco sirven los títulos académicos si no somos felices.