¡CUÁNTO tiempo
he perdido! He dejado de leer numerosos libros por hacer caso a la dicha, al
misterio, al secreto, a la irrealidad que confunde lo bueno con lo malo y la
poesía con el esperpento. ¡Menudo desaliño!
He dejado de
echar cloro al pilón, aunque tenga que cambiar el agua más a menudo. Un zorro
pequeño de lomo plateado acude diariamente desde hace años. Mira asustado a
todas partes y se marcha con un paso lento y pusilánime. El zorro es la
distancia que existe entre lo que podía haber sido y lo que es.
Me confunden
los hechos grotescos, el lenguaje coloquial y el error que es la equivocación.
Sé lo que deseo y desde luego puedo saber lo que realizo y dónde puedo estar.
El resto de los mortales se empeña en limitar las declaraciones a los
acontecimientos. Como hacen los zorros, simples e insulsos, maltrechos.
No pido nada,
ni deseo nada. Tengo cuanto debo tener y el reconocimiento lo sacudo como el
polvo de los muebles.
Todos se creen
Dante, pero ninguno baja al infierno. La ley del mal estado. Y los unos a los
otros dignifican, como hace el zorro con sus patas y sus huevos.
¡Dignificación!
Amigo Dante, el
verdadero, escuchemos a Mozart mientras tomamos un frío MM a la luz de la luna.
Sigamos siendo toscanos porque la verdad causa espanto.