martes, 4 de diciembre de 2012

A la luz de la luna



¡CUÁNTO tiempo he perdido! He dejado de leer numerosos libros por hacer caso a la dicha, al misterio, al secreto, a la irrealidad que confunde lo bueno con lo malo y la poesía con el esperpento. ¡Menudo desaliño!

He dejado de echar cloro al pilón, aunque tenga que cambiar el agua más a menudo. Un zorro pequeño de lomo plateado acude diariamente desde hace años. Mira asustado a todas partes y se marcha con un paso lento y pusilánime. El zorro es la distancia que existe entre lo que podía haber sido y lo que es.

Me confunden los hechos grotescos, el lenguaje coloquial y el error que es la equivocación. Sé lo que deseo y desde luego puedo saber lo que realizo y dónde puedo estar. El resto de los mortales se empeña en limitar las declaraciones a los acontecimientos. Como hacen los zorros, simples e insulsos, maltrechos.

No pido nada, ni deseo nada. Tengo cuanto debo tener y el reconocimiento lo sacudo como el polvo de los muebles.

Todos se creen Dante, pero ninguno baja al infierno. La ley del mal estado. Y los unos a los otros dignifican, como hace el zorro con sus patas y sus huevos. ¡Dignificación!

Amigo Dante, el verdadero, escuchemos a Mozart mientras tomamos un frío MM a la luz de la luna. Sigamos siendo toscanos porque la verdad causa espanto.