LOS ignorantes, aquellos hacen
listas o piden donativos. Simplemente han dejado de ser un tiempo. Lo hicieron
hace mucho pero ocurre que los seguidores mantienen viva la llama. Cuando se
acabe la leña se cerrará la puerta de la chimenea y dejaremos de ser otros para
ser únicos. Y no estarán los ignorantes. ¡Menos mal! Morirán mucho antes por
maléficos.
Se siguen empeñando los imbéciles
en justificar la existencia de dios.
Y dios, ese ser entrañable, poseía
una capacidad en grado sumo, algo extraordinario. Él era un ser mágico. Se
bebía los MM de dos en dos, amaba las pizzas y los conguitos.
Los cretinos no pueden aceptar esta interpretación. Hubieran hecho el
gilipollas durante muchos años. Pero lo han hecho y nadie se ríe de ellos. Ni
de Mahoma, de Buda, de aquellas personas (personas)
con unas capacidades sobrenaturales (somos tan limitados). Simple y magistral.
Llego a la cuarta dimensión, al
centro. Un instante. Pero paso de todo. Nada es lo que parece. En esta tarde de
marzo mi hijo Jaime me lee el manuscrito original de Cadáveres y rosas. Tiene una doble dedicatoria: A la memoria de Loreto y para Guadalupe
Grande. Así es. Poemas extensos. Aproveché uno en un libro, el resto es tan
inmenso que permanece en los cuadernos marrones, ahora desgastados por la
humedad de las mudanzas.
Hablo con dios, pero no con ese dios
al que momifican, con el dios
verdadero. Aquel que vivió conmigo y ponía la lavadora y leía a Parra. Veo su
árbol que es su tumba. Todo es mentira para los
otros.
Recuerdo que había miedo, y
llanto. Recuerdo que todo era pequeño. Desde entonces permanezco en la puerta
dando la bienvenida. Están ustedes invitados a la creación, al paraíso. Pasen y
sean.