LA poesía. Dejar de ser para ser.
Silencio y soledad. Los filósofos griegos. Naturaleza. Ser contemplativo. ¡Somos naturaleza!
Dentro del laberinto nunca veremos
la esencia. No está allí. Solo habitan los necios en el centro. Para ser hay
que dejar de ser y olvidarse del centro, del laberinto, hasta hay que romper el
espejo, aquel que tiene el marco verde. Dejamos de ser un tiempo, solo un
espacio.
Existe el miedo alrededor. Aquella
vida que deseaba, que contemplaba era mentira. Nada es lo que parece. Y dejamos
de ser, entonces convencimos al entendimiento que el centro que observamos no
es el centro indudable. Para llegar al auténtico hay que dejar de ser.
Dejar de ser,
dejar de ser, dejar de ser. Lo repito en la cabeza desde 1991. Todo es
diferente, todo es igual. El misterio de la unidad fragmentada. Es el caos el
que rige nuestros principios, el caos más puro. El desconcierto, la mansedumbre.
Sigo recogiendo bellotas. Las
huelo. Aquellas que tienen un orificio las deposito en la encimera. Al tiempo
la cocina está repleta de gusanos. Con un tono naranja, los invertebrados
ocupan todo. Se posicionan. Adquieren adiestramiento.
Vuelvo a llamar a mi madre. Nadie
responde. No lo olvides nunca: el
misterio es la unidad, el caos, y allí
está la recompensa.