sábado, 1 de diciembre de 2012

El peso de la cartera



LA distancia entre la casa de Marqués de Comillas y el colegio del Santo Ángel era escasa aunque me pareciera enorme. Un edificio amortiguaba el viento de levante y el salitre directo. Ruidos, gaviotas, vendedores de humo en las esquinas y las mujeres camino del mercado.

He entrado en el laberinto, vuelvo a la infancia. Llamo a mi madre pero no aparece nadie. Siento pavor, un escalofrío que estremece la nuca y hace temblar las extremidades.

He puesto el disco de Platón en el gramófono que está en el centro indudable. Comienza con una música que es causa y efecto. Miro el cielo pero no hay nada.

La distancia que existe entre la realidad y el misterio es idéntica al volumen de las manifestaciones, de las manifestaciones espontáneas. El silencio posee tono, y ritmo. Hoy no aparece la cadencia.

Llamo a don Nicanor para relatarle la impresión del sonido, su razón esquemática. Vuelvo a mirar al cielo. Nada.

El peso de la cartera se hace insoportable. Entro en la plaza. Veo a lo lejos el colegio. No hay niños, ni madres. No hay nadie. Las farolas encendidas hacen llegar la noche.

Tomo el bastón y paseo. Puerto Real como Moguer ha dejado de oler a hierbabuena.