¿Y SI la realidad
es mentira y todo cuanto observamos habita en nuestra mente? Entonces sería feliz,
por más que me defraude tendría la certeza que la poesía actual es falsa.
Nada es lo que parece.
No sé escribir
literatura, y los actos de templanza
se convierten en actos de delicadeza.
Mi cuaderno
marrón que imprime carácter tiene en la cubierta una caja que indica actos de soberbia. Y es que uno, a
veces, deja de estar en sí para ser otro.
Lo que
manifestaba Platón era digno de admiración, igual que los herederos. Aquellos
que se empeñan en estar en el laberinto. Están pero huelen, desprenden hedor, más
falsos que Camela.
Voy quitando
los botones de la camisa poco a poco. Intento conquistar a M. que es la última
expresión, la señal que me falta en la búsqueda. Pero M. sonríe y da marcha
atrás. Vuelvo a abrocharme los botones. Hace frío. La tierra húmeda desprende
intenciones engañosas.
Tengo a A., a
S., falta M.
He conseguido
augurar las iniciales de mi padre mientras pienso en mi madre. La vida que deja
desesperaciones.
La botella
tiene la etiqueta verde y las letras blancas. Un dorado rodea en un círculo los
galardones conseguidos. Pound lo contempla todo. Es como una gran soberbia. La
realidad del acto.
Esta noche
dejaré de fumar para estar vivo. Para respirar puramente, sin agobios ni malas
interpretaciones. En Londres hace frío. La humedad de mis huesos se confunde
con el armario vacío de la habitación. Por la ventana contemplo edificios, transeúntes
y miseria. Suciedad de la vida que reporta armonía.
La botella de
whisky está vacía. He convencido a S. para que me deje usar la cocina. La he
llenado de MM que me llevo a la habitación con una gran bolsa de hielo. ¿Y se
creen que hacen literatura los premium?
El verbo nunca rige
una preposición. Lo hace la vida. ¿Te enteras?