NO cansa
Mozart. Nunca cansa Mozart. A Dante se le ve feliz. Recuerdo a dios.
He paseado hoy
por la capital y ha vuelto a defraudarme. La gente se agolpaba en las aceras y
los establecimientos. He intentado pasar desapercibido. Agachaba la cabeza y
escondía el rostro en la bufanda de rayas amarillas.
La fría mañana
se reflejaba en un cielo grisáceo. Al salir de la radio una señora me ha pedido
una moneda. He mirado sus ojos y ha sonreído. Es invierno. Sigo en el
laberinto.
Lo que no logra
reflejar el espejo lo hace la vida. Limpio el porche de bellotas y lleno varias
bolsas. Las entierro junto a la encina torcida, cerca de la A-477. Allí todo
florece.
Leer y no
parar. Leer para vivir. Leer como único alimento de la desesperación. Leer para
sobrevivir de los mortales.
Con el cuarto
caldeado el humo del tabaco regresa hacia la cara. Y lo respiro de nuevo. Es
molesto. Llena las hojas de los libros de esa niebla blanca que todo lo disipa.
Cuerpo y mente. Espejo y laberinto.
¡Cómo va a
cansar Mozart si es poesía! Duerme Dante en el sillón de la película, el que se
llevaron prestado.
Dejar de
escribir es muy posible, dejar de leer es morir por falta de alimento.