Ser uno mismo siempre,
acostumbrarse a ser o a no ser nada,
olvidar que uno tiene apenas
cuatro días
para cambiar el mundo
o vivir o ser algo,
y hundirte en la miseria
con los mismos motivos que
llevan a la fama,
en sólo cuatro días.
Y llevamos muriendo varios
años,
pensando que el acierto de ser
hombre
no es más que un enunciado
metafísico,
y no eres más que un pez
o una estrella o una nube,
y no eres más que un alma del
siglo dieciocho,
porque vivimos apenas cuatro
días,
los mismos que nos llevan
a agradecer la vida.
De Última cordura, Betania, Madrid, 1993.
De Última cordura, Betania, Madrid, 1993.