LA existencia
de seres idénticos a ti pero diferentes ya se trató en Confuso laberinto. Era como una creación en cadena donde todos
aportan y ninguno persiste. El molde del ser humano, con errores y virtudes, es
como un gran espejo que refleja la misma percepción.
Y es que la
realidad supera siempre a los experimentos. Lo que a mí me ha tocado vivir no
lo comparto. Ni cultivo las amistades ni las atiendo. Prefiero la soledad, el
silencio. Me aparto de aquello que pueda desestabilizar mínimamente la
existencia y el orden. Amo el caos, aquello que es auténtico y veraz.
Elegí, hace
muchos años, esta forma de vida. Me aparté para no volver y, aunque haya
vuelto, ha sido de manera exclusiva, esto es, para corroborar aquello que
predije. Y estaba en lo cierto. ¡Todo es
mentira! Repito en alta voz. La poesía no es verdadera, ni cierta. Ni
siquiera es auténtica.
Existen los
espejos. La vida es su reflejo. Y vivimos en varios espejos simulados. Quien
creó, destruye. Es la ley de la incorporación. Añades, incluso en cadena, con
moldes, para acercar la muerte a tus principios.
No llegarás al
centro si habitas en ti mismo. No verás esa luz si rodeas tu reflejo en los
unos y los otros. Ser uno es enfrentarte a la creación, al reflejo, e incluso
al marco verde.
Disponemos de
muy pocos recursos. Los que nos han otorgado son utilizados en un porcentaje
muy limitado. Apenas un tres por ciento. Tantos como dimensiones vivimos los
mortales. Y todo está en la tierra. Nada salió de aquí.
Una vez me
encontré por encima de vivos y de muertos. Fue verdad. Era como si flotara.
Miraba para abajo y veía las tumbas, los pronombres, los reflejos de todos, las
sombras. Dejé de llorar, de amar y hasta de percibir. A mi madre le dije que
aquello era un engaño, pero ella sabía que estaba arriba. Me había visto
crecer.
Desde entonces
fumo tabaco corto, bebo un poco whisky y observo a las personas. Leo poemas de
otros y destruyo los míos.
La existencia
de todos se refleja en un espejo, y hay muchos espejos paralelos. Es la
simulación. Todos son idénticos pero diferentes. Y aquello que movamos
provocará tensión, caos, desinterés. Es la esencia del silencio y la soledad.
De la única pureza. Del centro indudable. El reflejo habita en nuestro caos. Es
la ley de la incorporación.