domingo, 2 de diciembre de 2012

La tierra removida



EL contacto que mantengo en la actualidad con el mundo exterior se reduce a unas sesiones impropias con un loquero y a otras con un quiromasajista. Mientras uno cuida la mente otro hace lo coherente con el cuerpo.

Cuerpo y mente unidos en un sentido extraño. Paseo muy lentamente. El bastón acompaña siempre. Es el apoyo, la realidad que toca el suelo. Debo agarrarlo bien para mantener el contacto directo con la tierra.

La lluvia se ha cargado la cosecha de patatas. Se han salvado pocas. Las que he podido recoger son pequeñas y no tienen buen color, pero darán acopio de sus actos.

En el huerto quedan dos lechugas y algunos pimientos. Los ajetes ya están tiernos.

Hay bellotas. Bellotas por todas partes. Las piso y cruje el alma.

Estoy sorprendido pues no veo a los insectos. ¿Se han marchado? Salvo algunas hormigas que levantan un poco de tierra del césped buscando el hueco de salvación de última hora, no hay arañas. Ninguna.

Han abandonado la estancia o han acudido a la consulta del loquero.

Leo a Platón con Mozart de fondo. Nada más. Busco un libro de Juan Ramón y aparecen decenas. Los ordeno sobre la estantería roja.

Miro el espejo y no hay nadie a la entrada del laberinto. Será el frío. Todos tienen consulta a esta hora.